Angelique Kerber bajo la lluvia de Miami
De un día para otro la tenista Angelique Kerber pasó del fuerte sol californiano bajo el cual disputó la final del Indian Wells a una gris, fría y lluviosa Miami en donde espera con calma para entrar en acción en el Miami Open. Mientras llega su primer partido tuvo tiempo para una charla distendida con Porsche Latin America.
Pausada, pensando cada respuesta, muy sincera y con una sonrisa que deja escapar fácilmente, la tenista alemana de padres polacos nos contó algunos rasgos del ser humano que vive más allá de la jugadora profesional de tenis que ha ganado tres de los cuatro Gran Slams –sólo se le ha escapado el Roland Garros– y que en tres ocasiones ha estado en el primer lugar del escalafón mundial de tenistas profesionales.
‘Flugangst’ (‘Miedo a Volar’) es el libro más reciente que ha leído la embajadora de Porsche. Sin embargo, dice que ella no les tiene miedo a los aviones, pues desde que era muy pequeña ha tenido que pasar gran parte de sus días montada en ellos.
Muy pequeña, cuando vivía en Kiel (Alemania) lo hizo para participar en algunas competencias de natación, deporte al que, según ella, “le debo gran parte de mi carácter disciplinando y el desarrollo de mis músculos”. Sin embargo, la rubia de ojos azules y dentadura perfectamente blanca se dejó seducir completamente por el tenis cuando se fue a vivir a Poznan (Polonia), en donde su abuelo materno poseía una cancha de tenis cubierta.
A los 15 años se volvió jugadora profesional y desde ese entonces entrena cinco y seis horas diarias para estar en la mejor forma posible para enfrentar a sus rivales. “En cada partido aprendo algo nuevo. Analizo lo que hice, trato de mejorar y guardo para mí los mejores momentos”, dice.
Sin dudarlo ni un instante, afirma que su primera final en el Abierto de Australia, ante Serena Williams, es el juego que más recuerda. “Era la primera vez que llegaba a la final de un Gran Slam, Serena era la jugadora número uno del mundo y defendía el título. Fue un partido intenso, de tres sets, que me entregó emociones que no puedo describir con palabras”.
Las palabras también le faltan cuando trata de elegir un solo lugar para llamarlo hogar. “Me siento en casa en el norte de Alemania –donde nació y creció–, pero también en Polonia –donde vive su familia–”.
Esa misma dualidad la siente a la hora de elegir su comida favorita. “Tal vez lo que más me gusta es la comida italiana, pero no soy de ese tipo de jugadoras que van a un torneo y comen 10 ó 15 días en el mismo restaurante”, dice.
Esa misma variedad la busca en otro tipo de actividades que le ayudan a bajar la presión durante las competencias. “Cuando solo entreno y al día siguiente no tengo partido, algunas veces aprovecho para escapar a ver algún musical en la noche o visitar un museo, especialmente aquellos en donde predomina el arte moderno”, dice.
Modernos también son sus autos. Por supuesto, en su garaje siempre hay un Porsche. “Me gustan todos, pero en especial el 911”, dice. “Me identifico con ellos porque son deportivos, veloces, potentes y a la vez muy versátiles”. ¿Un convertible para recorrer el norte de Alemania? “¿Por qué no?”, dice sin pensarlo. Al fin de cuentas esta mujer de 31 años no le teme a la lluvia.
Por eso espera tranquila bajo las nubes grises de Miami mientras llega su primer partido del torneo en el cual podría enfrentar en tercera ronda a Bianca Andreescu, la promesa canadiense con la que perdió la final del Indian Wells. “Ella simplemente fue más efectiva en los momentos cruciales” dice. “Si nos encontramos en Miami espero que el resultado sea otro”. Solo habrá que esperar a que salga el famoso sol de la ‘Capital del Sol.